Archivo de la categoría: Muerte

Jaime Anguita, Enrique Correa y Julián Elfenbein

viviana haegerJaime Anguita, asesino. Por fin Jaime Anguita confesó: él mató a su esposa Viviana Haeger. El 29 de junio del 2010, Viviana desapareció, y su cadáver fue encontrado, dos meses después, en la buhardilla de su propia residencia en Puerto Varas, donde la policía había buscado sin hallar nada. ¿Quién la puso ahí? Ahora lo sabemos: él, Jaime Anguita, la mató, y él la puso ahí después de que se fue la policía y, también misteriosamente, una persona informó por teléfono a la policía que buscara de nuevo en la casa. Yo creo que lo mismo les pasó a varios de ustedes: siempre creímos, instintivamente, que Jaime Anguita era el asesino. Por su desagradable cara, su desagradable aspecto general, su desagradable voz, su desagradable pose se ‘viudo’ adolorido, su desagradable cinismo desbordante. Pongo en esta nota el rostro de Viviana Haeger, como mi homenaje por su muerte atroz mediante la asfixia, porque no quiero contaminar el blog con la sucia cara de un asqueroso asesino como Jaime Anguita.

Enrique Correa. Cuando alguien actúa mal, lo sigue haciendo hasta su enrique correa sutilruina total. Es lo que pasa con el señor Enrique Correa (foto), que de ministro ¡socialista! de un gobierno de la llamada Concertación, saltó a consultor y asesor del pinochetismo y de lo peor del empresariado corrupto chileno. Sus torcidos negocios y la mentalidad torcida que se precisa para ejecutarlos, lo han llevado a convertirse en el embajador del Averno en Chile, para decir que…, oigan bien: “El financiamiento irregular de la política no es corrupción”. ¿Pueden creerlo? Tan degenerado mentalmente, que ya borró la línea moral de las cosas. Así piensan los asesinos en serie, los estafadores, los malandros más pervertidos de la historia criminal de la Humanidad. ¿Por qué Radio Cooperativa sigue promoviendo su empresa ‘Imaginacción’?

Elfenbein. Salió Julián Elfenbein (foto) del matinal ‘Buenos días a todos’ del julián elfenbeinautodenominado ‘canal de todos’, Tvn. Aquí dijimos que ese tipo de trabajos no era adecuado para Elfenbein. Él sirve para animar un programa de concurso, pero no para estar varias horas en pantalla, en un programa que es ‘entretenimiento y conversación’. Y lo peor de todo fue que llegó a hacerlo ‘en reemplazo’ de Felipe Camiroaga, que en paz descanse. Y en su pequeña cabeza, él creyó que, efectivamente, era el reemplazo de Camiroaga. ¡Qué iluso! Cero aporte el señor Elfenbein. Ganó harto dinero, eso sí, pero eso es todo. El matinal ‘Buenos días a todos’ necesita cirugía mayor, no maquillajes. Mucho daño le causó su director Mauricio Correa, quien debió haber renunciado al otro día de la muerte de Felipe Camiroaga, y no lo hizo, regodeándose en su prepotencia y mediocridad. Creo que fue el artífice del entierro –de segunda clase– que está teniendo ese matinal.

Inconformidad por la absolución de Martín Larraín

martín larraín¡Qué sórdida la vida de esa gente! La de los del barrio alto. La de los Larraín y todos los demás. La del expresidente del derechista partido Renovación Nacional, Carlos Larraín. Y la de su hijo Martín Larraín (foto), quien mató al joven Hernán Canales en el 2013. Muerte que pesará sobre su cabeza para el resto de su vida, aunque “la justicia” lo haya “absuelto”. Admitió el joven Martín, eso sí, que “fue inevitable” matar Canales. Ciertamente. Inevitable. En especial porque conducía podrido de la borrachera. Y fue “accidente” haber dejado a la víctima tirada, agonizando a la vera del camino, en Cauquenes. En un primer juicio habían condenado al condenado, pero en un segundo juicio, el condenado resultó absuelto. El diario La Tercera, tituló: “Las principales diferencias entre los dos juicios contra Martín Larraín. En el juicio condenatorio se estableció la huida del imputado y se absolvió a los amigos. En la segunda instancia, en cambio, (Martín) Larraín quedó absuelto, mientras que sus amigos fueron condenados por obstrucción a la investigación”. Ese es un buen resumen de lo retorcido del proceder de “la justicia” de Cauquenes. ¡Qué impotencia no poder hacer nada frente a la injusticia! Pero la vida se encargará de enderezarle los pasos a Martín Larraín. Y los jueces del Tribunal de Cauquenes. A todos ellos y sus familiares. La vida es sabia.
Esta breve reseña es para expresar todo el rechazo posible a la burla de que ha sido objeto “la justicia”. Podrá decir Martín Larraín que lo “absorbieron”, y su padre Carlos Larraín también, pero que mató, mató. Hay un cadáver en su hoja de vida. Uno que él creó, Martín Larraín, una noche del 2013, cuando conducía borracho. Irresponsablemente. Conducía irresponsable y prepotentemente. Porque hasta en las fotos se le ve la prepotencia a don Martín. Es la misma que tienen todos los del nororiente de Santiago. Los del barrio alto. Donde también viven ‘los Penta’ y ‘los Cascadas’. Solo falta que “la justicia” también absuelva a estos acusados. Porque al parecer con esta clase de gente no pasa nada en Chile. Puede irles mal, a la Infanta Cristina, en España, y a Bernard Madoff, en Estados Unidos, pero a estos en Chile, no.

Ringo Star, Ronnie Wood y el narco Carlos Lehder

Carlos LehderTrae la revista digital Las2orillas una corta crónica sobre una pequeña historia de Ringo Star y Ronnie Wood con uno de los más grandes narcotraficantes del funesto ‘Cartel de Medellín’: Carlos Lehder, capturado en Colombia y extraditado a Estados Unidos en 1987, donde fue sentenciado a 135 años de prisión. La pena al parecer se redujo a 35 años, que actualmente cumple en ese país.
Aunque trae un dato un poco exagerado sobre la permanencia de los rockeros en la propiedad del narcotraficante en Cayo Norman, una isla que compró para quitarse de encima la intermediación de los narcotraficantes estadounidenses y ponerla al servicio del Cartel de Medellín para hacer llover toneladas y toneladas de cocaína sobre Florida, Estados Unidos, la historia está refrendada en el libro que de su vida publicó Wood, el guitarrista de los Rolling Stone.
Titulada ‘El día que un Beatle y un Rolling Stone fueron secuestrados por Carlos Lehder’, la crónica la firma Iván Gallo
. JSA
A principios de 1978 los narcotraficantes colombianos estaban hastiados de tener que vérselas con intermediarios gringos para meter las toneladas de coca que distribuían en Los Estados Unidos. El negocio era rentable pero podía ser mejor. Por eso, cuando a Carlos Lehder (foto) se le ocurre la grandiosa idea de comprar Cayo Norman (foto aérea), una pequeña isla de Bahamas compuesta de unos cuantos cientos de acres de tierra ubicada a unos cuantos kilómetros de las costas de la Florida, y desde allí iniciar el vendaval de cocaína que caería sobre territorio norteamericano en los siguientes cuatro años, la historia del narcotráfico cambiaría para siempre.
Desde ese momento Lehder y sus compinches eran tratados como reyes en las islas y no había un solo dirigente o militar local que no cayo normanrecibiera algo de su acostumbrada generosidad. El dinero del narcotráfico permeó la economía local y allí ‘El Loco’ (Carlos Ledher) no sólo estableció un emporio económico que catapultaría al Cartel de Medellín como la organización criminal más rica del mundo, sino que desde Cayo Norman el quindiano armaría las rumbas más estrafalarias que el Caribe haya podido recordar.
Contrario a los gustos musicales que podían tener (Gonzalo) Rodríguez Gacha, quien disfrutada del corrido y la ranchera, o Pablo Escobar quien se derretía por las baladas de El Puma y Camilo Sesto, Lehder era un amante del rock y esa fascinación le hizo conocer de frente a rutilantes estrellas del género mientras fue el rey de Cayo Norman. Con algunas de ellas, aprovechando el gusto que tenían por la noche y las drogas, llegó a ser su amigo.
Tony Sánchez, antiguo dealer, chofer, guardaespaldas y parcero (amigo) de Keith Richards, afirma que era común ver en plena gira a narcos colombianos acercándose a los Rolling Stones, regalándoles miles de dólares en cocaína. Mick Jagger, siempre cuidadoso de su imagen, se mantuvo siempre al margen, pero Ron Wood, el guitarrista que reemplazaría desde 1974 a Mick Taylor en la banda, llevado por su adicción al juego, la rumba y la droga, intimó más de lo que debía con el muchacho de Armenia (Lehder).
Era diciembre de 1979 y Roonie vivía el fin de una larga temporada en París con Josephine, la blonda y voluptuosa muchacha con la que se casaría un par de años después. Se acababa la década y Francia empezaba a ponerse helada. El rocker y su chica querían ver playa, palmeras y sol.
En una fiesta parisina se encontraron con Lehder. Conversaron un rato y éste, al escuchar que los tortolitos buscaban un lugar tranquilo y cálido para seguir disfrutando de las mieles del amor, les sugirió que el mejor sitio para ser feliz era la mansión que él tenía en Cayo Norman. Los ojos desorbitados de Lehder, adicto a los CS o “Cigarrillos Sucios” unos largos, gordos y explosivos baretos de marihuana mezclados con heroína, se brotaron aún más al pensar en las posibilidades rumberas que implicaría tener a un Rolling Stone en su casa. Sin esperar la respuesta de sus invitados “Decidió que nos íbamos con él y no creo que tuviéramos mucha más opción” escribe el propio Wood en su autobiografía y prosigue: “No fue tanto una invitación como una orden. Era un tipo muy dominante”. Para tranquilizarlos un poco los llevó a un rincón de la fiesta y abrazando con fuerza a un embaladísimo Ringo Starr les dijo que él también se iba de juerga a “La casita de Bahamas”.
Al otro día, sin haber dormido, arrancaron para el Caribe. En todo el trayecto Lehder, a quien Ron Wood se refiere todo el tiempo con el alias de “Víctor”, no paró de decir incoherencias y de fumarse, uno tras otro, sus cigarrillos sucios. Siempre hablaba muy alto y su lenguaje era una rara mezcla de vulgaridades dichas en español e inglés. En el avión no venía Ringo, al preguntarle Wood al narco por qué no estaba el beatle, este le dio una cariñosa cachetada en la cara y le dijo que no se preocupara porque el baterista “Ya se encontraba en camino”.
Aterrizaron en la pista de kilómetro y medio que “Víctor” había mandado construir en Cayo Norman. Los acomodaron en un majestuoso Bungalow y a las pocas horas apareció Ringo quien, según palabras del guitarrista “Venía cabreado”. Pero la tensión se disiparía cuando Lehder los llevó a conocer el modernísimo estudio de grabación que había construido para que “Artistas de la talla de ustedes toquen para mi” y diciendo esto prácticamente los músicos entendieron que más que una invitación era una orden del narco.
Pasaron días enteros tocando en la sala de grabación para el capo. Este sólo atinaba a sonreír y a viajar en su nube opiácea. Muchachos entre 15 y los 18 años, deambulaban semidesnudos por la mansión mientras las paredes de estas retumbaban por los riffs salvajes de Ron Wood. (Carlos Ledher era homosexual y siempre anduvo rodeado de jovencitos a su disposición. Esta característica de Ledher se muestra en la telenovela –vista en Chile– ‘Pablo Escobar: El patrón del mal’)
De noche salían a ver las estrellas y a entregarse a las paletadas de coca. Había una habitación cuyas paredes y pisos estaban tapiadas de cocaína “Era como la cueva de Aladino” recuerda Wood.
En la noche el rey de Cayo Norman se encerraba con su corte de ángeles en una casa que quedaba al otro lado de la isla. A los músicos solo los veía como personal que se ocupaba única y exclusivamente de tocar sus instrumentos. La situación duró cerca de un mes y a mediados de enero de 1980, Lehder, acosado por sus socios del Cartel de Medellín que le pedían más compromiso con la causa y menos rumba, decide liberar a los ingleses.
Para el Stone y el Beatle su estancia en la isla, siendo invitados del capo colombiano, sólo es un mal recuerdo “tocábamos tanto que en esos días compuse una canción llamada Tiger Balm… no hace mucho que Ringo y yo estuvimos recordando los días en que fuimos rehenes de aquel tipo, intercambiando rayas por riff, y golpecitos de tarjeta por golpes de batería”.

Por fin Tvn emitirá ‘El diario de Agustín’

diario-agustin-Tvn pondrá fin este sábado (hoy) a una polémica que se inició hace más de un año y medio: transmitirá el documental ‘El diario de Agustín’, mismo que a fines de 2012 se negó a poner en pantalla.

El trabajo dirigido por Ignacio Agüero, que indaga sobre la manipulación de información por parte del diario ‘El Mercurio’, de propiedad de Agustín Edwards Eastman, para colaborar con el golpe militar de 1973 y posteriormente para invisibilizar las violaciones a los Derechos Humanos cometidas por la dictadura, se emitirá en realidad la madrugada de este domingo, a las 00:30 horas, en el debut de una nueva temporada del programa “Zona de Realizadores”, que contará con 11 obras de producción nacional.

“‘El Diario de Agustín’, de Ignacio Agüero, que es el capítulo de estreno de esta temporada de ‘Zona de Realizadores’, registra la investigación de un grupo de seis estudiantes de periodismo de la Universidad de Chile, quienes realizaron su tesis de titulación indagando en la conducta de ‘El Mercurio’ durante los años de la Unidad Popular y el régimen de Augusto Pinochet”, dice un comunicado del canal.

La decisión se produce a poco andar de la nueva administración del canal con el socialista Ricardo Solari a la cabeza del directorio, y la periodista Carmen Gloria López como directora ejecutiva.

La polémica se inició en diciembre de 2012 cuando Fernando Villagrán, uno de los realizadores del documental, denunció que Tvn se negaba a emitirlo porque el directorio le tenía miedo a Agustín Edwards. (Leer más)

El narcotraficante Pablo Escobar no es Colombia

Pablo EscobarEl canal de televisión Mega viene transmitiendo con éxito de sintonía en Chile la serie titulada “Pablo Escobar, el patrón del mal” (logo), sobre la vida de ese narcotraficante colombiano, que fue abatido en un enfrentamiento con las autoridades el 2 de diciembre de 1993. Pablo Escobar fue un delincuente que, con los cientos y miles de millones de dólares provenientes del comercio de cocaína hacia los Estados Unidos, se encumbró y rodeó de un ‘ejército’ de jóvenes asesinos a su servicio (‘pistolocos’, sicarios, ‘gatilleros’), y sobornó a políticos, funcionarios, policías, empresarios, etcétera, y a los que se resistieran los mataba.

El soborno fue lo que permitió que el ‘reinado’ de Pablo Escobar se prolongara más allá de lo deseado. Con el soborno relajó la moral y las buenas costumbres de muchas personas, en especial de policías y funcionarios de la administración pública y el poder judicial. Esto explica por qué no lo atrapaban. Porque había creado una red de información y de protección enorme, corrompiéndolo todo con su dinero. Hablamos de cientos y miles de millones de pesos colombianos que, de pronto, podía recibir el policía modesto, o el abogado, o el modesto tendero, o el alcalde del pueblo chico o el ejecutivo del banco, transformándoles sus vidas.

Con el soborno permeó de venalidad los estamentos, incluidos el político y el empresarial, facilitándole su criminal carrera. Y quien no aceptara el soborno, debía estar consciente de que, a cambio, recibiría un balazo.

Tenía socios, como los hermanos Ochoa Vásquez (Fabio, Jorge Luis y Juan David), Carlos Ledher, Gonzalo Rodríguez Gacha, William Moncada y Francisco Galeano, entre otros, todos igualmente peligrosos que conformaban el llamado Cartel de Medellín. Ninguno de estos socios tenía las pretensiones políticas, o de Estado, que Pablo Escobar.

Este fue el grupo pionero que generó el fenómeno del narcotráfico en Colombia. Podían contarse con los dedos de la mano esos grandes delincuentes que transportaron toneladas de hojas de coca desde Bolivia y Perú hasta ‘laboratorios’ mimetizados en los campos y la selva colombianos donde eran transformadas en cocaína (benzoilmetilecgonina), con su derivado de ‘pasta base’ (‘bazuco’).

Pero no era Colombia la que ‘exportaba’ cocaína. No era Colombia la que ‘comerciaba’ o ‘comercializaba’ cocaína. No era Colombia la que ganaba cientos y miles de millones de dólares con la cocaína. No era Colombia la que sobornaba. No era Colombia la que hacía estallar bombas y mataba indiscriminadamente. No.

Era un grupo de delincuentes, encabezados por Pablo Escobar, que cometía los crímenes. Eran los narcotraficantes, unos delincuentes encumbrados por la lluvia de dólares que producía el negocio. Colombia fue víctima de ese grupo y de su jefe, el degenerado mental.

De modo que si esto queda claro para el televidente de la serie de televisión, de algo habrá servido contar la vida de un delincuente inescrupuloso, que escaló en su megalomanía hasta convertirse en un sicópata delirante.

Pablo Escobar y sus socios no hicieron más que tatuar de vergüenza a todos los colombianos, quienes deben vivir con ese estigma. Y también, por si fuera poco, soportar los chistes destemplados del resto del mundo, en los que aluden a un colombiano hipotético que ‘debe’ andar con cocaína en los bolsillos, o ‘debe’ estar en capacidad de comprar fácilmente ese veneno.

Gracias a la serie de Mega, me parece que los televidentes pueden entender, que además de ser un grupo de delincuentes los que se untan las manos con la cocaína, y se vuelven violentos asesinos si el sucio dinero que manejan no sirve para el soborno, el grupito feroz de esos narcotraficantes, no hicieron ningún otro aporte al país más que envilecer una nacionalidad.

Los delincuentes narcotraficantes, son una cosa: delincuentes narcotraficantes. Y los colombianos, son otra cosa. Esta es la fotografía que puede ser pedagógica de la serie de televisión. Cualquier otra lectura debe someterse a la duda.

Porque una cosa es el sicópata Pablo Escobar, un delincuente que tapizó un país de muertos inocentes, y de sangre inocente, y otra el país, Colombia, que padeció sus delirantes arrebatos criminales.

Todo el mal que hizo no puede suavizarse con pretender alguien resaltar que fue “un benefactor”, porque construyó casas para gente pobre. Lo hizo, sí, para distraer la atención sobre el resto del dinero sucio, que usó para apertrechar a los sicarios que, casualmente, poblaron esas casas. Dinero sucio con el que también sobornó y financió los crímenes y el baño de sangre en que sumió a un país llamado Colombia.

Por eso, me llamó la atención que el último programa Primer Plano de Chilevisión, el del viernes 26 de abril, se dedicara al hijo de Pablo Escobar, y a una visita, con él, a la Hacienda Nápoles, que fue el centro de operaciones del Cartel de Medellín, encabezado por Pablo Escobar; visita que resultó frustrada.

¿Con qué objeto se hizo eso? ¿Para reforzar la idea de que Pablo Escobar era un hombre ‘bueno’ y un ‘padre amoroso’? ¿»Periodismo»?…

De Sebastián Marroquín (el nombre cambiado de Pablo Emilio Escobar, hijo) decir que su empeño ha sido el de reinsertarse a la sociedad. No ha querido, hasta donde se sabe, seguir los pasos de narcotraficante de su padre. Destacable, porque los hijos no deben heredar los crímenes de los padres. Pero, ¿para qué recabar en la figura del peor criminal que ha existido en la historia de Colombia, y tal vez de Latinoamérica, y en su momento el más buscado en el mundo?

Primer Plano presentó, esa misma noche, a la abogada de los traficantes de drogas chilenos, Helhue Sukni, casi como una exaltación de los oficios. ¿No hay una apología velada en, y a todo esto? Me quedé pensando en cuál era el objetivo de Chilevisión al emitir ese programa.

‘No’, la película del plebiscito de 1988 en Chile

La película está hecha con la pátina del tiempo, lo que le adjudica mayor realismo y le permite intercalar videos reales de la época. Escuché una crítica según la cual la película abordaba el proceso de rechazo al dictador Augusto Pinochet como si se hubiera tratado de una campaña publicitaria. Y que le faltaba hablar de los hechos del momento. Yo encuentro que esa es, en cambio, una virtud de la película «No«, porque como dice su personaje principal, René Saavedra: “Denuncias, denuncias, ya no más denuncias, seamos creativos”. La película sí logra reflejar, in crescendo, el clima de terror que el dictador y sus epígonos, civiles y militares, habían logrado instalar impunemente en el país agobiado. Asistimos a una mayoría de edad del cine, que puede, narrando un drama, no restarse a la ironía: el dictador Pinochet diciendo, cínicamente, que “este, no es territorio para dar golpes”, porque se sospechaba de un autogolpe, un segundo golpe. Pero el sentido del humor no resta a la atmósfera asfixiante, envilecida e impune, que sofocaba a Chile en los tres largos lustros de la dictadura. La coyuntura del plebiscito no la resolvió la campaña publicitaria del “No”, es verdad. Pero la película no es un documento de la coyuntura global del plebiscito de 1988, sino de uno de sus aspectos, el relacionado con el oficio publicitario de cineastas, como los que hacen la película. Oficio que conocen bien, y cuyo hito lo ubican en un momento histórico. No es necesario hacer un documento socio-político de la historia total del plebiscito. La arista que desentraña es ya un enorme aporte al acercamiento de las personas, contemporáneas o no, con un hecho que, como el plebiscito, marcó la historia y el cambio de rumbo de las cosas en el país. Quiero reseñar todos los créditos: Dirección de Pablo Larraín (foto). Guión de Pedro Peirano. Actuaciones, excelentes todas, de Gael García, Antonia Zegers, Alfredo Castro, Alejandro Goic, Diego Muñoz, Néstor Cantillana, Luis Gnecco, Manuela Oyarzún, Marcial Tagle y Jaime Vadell. Producción de Pablo Cruz, Daniel Marc Dreifuss, Gael García, Juan de Dios Larraín, Pablo Larraín y Diego Luna. Montajistas: Andrea Chignoli y Catalina Marín Duarte. Fue bueno verla.

Salario mínimo, La Polar y el general Bachelet

Salario mínimo. Resulta perverso que se esté amenazando a la gente con que si se mejora el sueldo mínimo ¡habrá desempleo! Creo que Chile es el único país del mundo que razona de esa manera frente a un aumento salarial. Aumento que, por cierto, no es para aplicarse a partir de los funcionarios públicos o estatales, como base y señal de aumento para el sector privado. No. El Estado no va a tener ninguna erogación adicional con el decreto de aumento del salario mínimo. Este aumento es para el sector privado, pero es el gobierno el primero en convertirse en un terrorista comunicacional, al espantar toda esperanza con el mentiroso argumento de que ¡habrá desempleo! Mentiroso, porque la situación puede semejarse a la de 1989, y el desempleo no aumentó. Tiene razón el senador designado Carlos Larraín, cuando exige un aumento desde los actuales $182.000 hasta $200.000, para mejorar la capacidad adquisitiva y bienestar de los más pobres con empleo. Cuando mucho, podría hablarse de un aumento de la inflación, como consecuencia del aumento del salario mínimo. Pero aún así, el aumento inflacionario se produciría en momentos en que la producción esté recesiva. No es el caso presente. La economía está creciendo, por lo que un aumento del salario mínimo podría conducir a un mayor consumo que estaría satisfecho. ¿Por qué el gobierno se empeña en mantener en la pobreza a cerca de 650 mil chilenos, que son quienes perciben este salario mínimo? Las pequeñas y medianas industrias (pyme) ya pidieron que, por favor, dejen de usarlas como argumento de que ¡habrá desempleo!, porque no van a dejar de producir, ni de contratar. Esta es la realidad. Y creo que con mayor capacidad de compra, las pyme podrían seguir creciendo porque su producción sería consumida. (Lo que sí hay que revisar, y con urgencia, porque afecta seriamente a las pyme, es la relación desigual con las grandes empresas y con los bancos, pues mientras las pyme producen asumiendo sus costos, las grandes empresas compran o subcontratan a esas pyme, haciendo pagos a 90 y 120 días. Es decir, las pyme están financiando a las grandes empresas, y debería ser al revés. Por su parte, los bancos no tienen, en realidad, tasas de fomento, ni blandas, para las pyme.)

Mi propuesta es muy simple: que el gobierno, encabezado por el presidente Sebastián Piñera, y todos sus ministros, encabezados por el de Hacienda, Felipe Larraín, ganen $193.000 mensuales, a partir de hoy y hasta el final de su mandato. Ahí los quiero ver.

La Polar. Aunque el titular de los diarios lo diga, no puede entenderse que ya está resuelto que los inescrupulosos (y con actitudes delictivas) de la multitienda La Polar, vayan a cumplir penas de cárcel de12 a 20 años. Es lo que muchos quisieran, que los delincuentes paguen con cárcel sus delitos (y en este caso, un delito masivo), pese a que se vistan de traje y vivan en mansiones del oriente de Santiago. El fiscal Luis Inostroza dijo que, una vez que presente la acusación, pedirá entre12 a 20 años de cárcel efectiva para Pablo Alcalde, Julián Moreno y María Isabel Farah. Y aclaró que si el tribunal los declara culpables, será pena efectiva, porque bajola Ley 18.216 los acusados no podrán acogerse a ningún tipo de cumplimiento alternativo. Pero también es cierto que estas personas, Farah, Moreno y Alcalde, tienen abogados (¿cómo un abogado defiende a quien de manera sistemática y en el tiempo, ha defraudado a los pobres?), y éstos harán lo que sea para evitar que “sus clientes” vayan a la cárcel (que es donde deben estar). Hay que esperar que se desarrolle el proceso judicial, antes de tener certezas.

Tortura y muerte. El juez Mario Carroza (foto) encontró que los coroneles (hoy retirados) Édgar Cevallos Jones y Ramón Cáceres Jorquera, torturaron con resultado de muerte al general Alberto Bachelet, tras el alevoso golpe militar encabezado por Augusto Pinochet, con el argumento de ser “traidor a la patria” por no aprobar la implantación de la monstruosa dictadura que sobrevino. La investigación del juez Carroza muestra que el general Bachelet, padre de la ex presidenta Michelle Bachelet, no murió por jugar basquetbol, como han dicho los epígonos de la dictadura. La viuda del general Bachelet, doña Angela Jeria, declaró: “Pienso que ahora, en este país, se puede esperar que la justicia cumpla su papel”. El abogado de la señora Jeria y la ex presidenta Bachelet, Isidro Solís, aseguró que “existen pruebas de otras personas implicadas en la muerte del general Bachelet”. Ciertamente, nadie cree que los señores Cevallos y Cáceres hayan actuado por decisión autónoma, sino en cumplimiento de órdenes superiores, como corresponde a la jerarquía de mando de los militares.

‘Pantera en jazz’ de Carlos Fuentes, q.e.p.d.

When Joshua fit the battle of Jericho El hombre tiene que apresurarse si quiere checar al filo de las nueve. Este día, en especial, despierta amodorrado, se baña y ya ha resuelto su desayuno. Hay tres piezas en su apartamento: la estancia con un sofá color limón donde duerme, un anaquel  repleto de novelas a la rústica (lujo de collegeboy norteamericano), la alfombra de hebras arrastrándose inerte hasta el otro extremo, donde está la puerta, junto a un pequeño escritorio hosco, y dos o tres sillas chippen deleznables. Reproducciones nítidas y policromas se ahorcan en la pared: cuadritos de marcos losados con hojas de indian summer y frutas acogolladas. El otro cuarto es la cocina, pulida y reluciente, blanca de porcelana y aluminio, con platos holandeses suspensos al mosaico blanco. La estufa y la nevera. Y la última pieza es el baño, herméticamente cerrado por una puerta verde con la manija de cobre.

Hoy, el hombre lee el diario al mismo tiempo que escucha un gruñido tras la puerta del baño. Los encabezados anuncian atrevidamente, con tintas oscuras: una pantera negra se ha escapado del zoológico; todos los ciudadanos, según parece (y se recomienda), deben ponerse en guardia contra esta salvaje pantera; puede estar en cualquier parte: sí, allí, junto a usted.

El rugir en el baño se repite. Pero el hombre ya se ha lavado los dientes y son las ocho y media. Todo lo que puede hacer es correr fuera del local.

Bingo bango bongo I don’t want to leave the Congo (La oficina pedaleaba un fandango espontáneo y crujiente de apuntadores Remington y escenario de cemento y vidrio. Tronaban puertas y abofeteaban máquinas, mascaban chicle y bebían agua en endebles copitas de papel y daban órdenes y las recibían y estornudaban y pedían permiso y bajaban las persianas y las volvían a subir y leían novelas de crimen (¿quién lo hizo?) escondidas tras de un parapeto de papel amarillo e importante y suspiraban y cuchicheaban y comían sándwiches de jamón y pieles y gorgoteaban botellas efervescentes y bajaban las persianas otra vez y tictaqueaban un poco y siesteaban otro y se arreglaban las medias y regían las corbatas y salían a la avenida zumbante llenos de espíritu y felices de estar ocupados, de trabajar, de poseer escritorio propio.)

For sentimental reasons   El hombre tiene cierta aversión hacia “casa” esta noche. Entra a un bar y ahí encuentra a una divorciada eufórica y cuarentona que conoce: una estola de mink colgándole de un hombro, olor a jacinto bravo y la expresión nerviosa de tic en su boca violeta. Ella le cuenta la saga heroica del número tres y cómo dormía con una tabla entre los dos en el lecho tibio y cómo lo divorció (a quicky, too) por crueldad mental y, claro, la crueldad no fue mental sino glútea cuando una noche se rasgó (ella, claro) el negligeé y el cutis con un clavo al estar soñando en este o aquel astro de cine e indemnización y alimentos y habeas corpus tu abuela, iiiiiiii, y qué iba a hacer todo solito esta noche, y otra vuelta, Gus, y iiiiiiiii.

Entonces llegan al apartamento y la mujer se derrumba de golpe sobre el sofá cama, y empieza a cantar villancicos mientras él mezcla un coctel y las luces de la calle se filtran de cebra al cielo raso. Entonces ella escucha un gruñido.

Lookie lookie lookie here comes cookie   Se levanta y dice que ya está oyendo cosas y más le valdría irse a casita. Pero él no la deja, después de venir todo el camino hasta acá, y ella fue la de la idea, además. Pero la mujer dice que siente el rugir otra vez y su maquillaje se empieza a arrugar; él le dice que está borracha, y ella lo vuelve a escuchar como una clarinada y decide abrir la puerta y ver con sus propios ojos. El hombre se abalanza frente a ella, la cachetea y la empuja a la puerta de salida. Tira detrás de la mujer el mink viejo y avienta la puerta a su marco. Piensa: qué limpio y brilloso estaba el lugar (el desenfado de los ingleses) y cómo esta mujer lo ha rociado de colillas agonizantes embarradas de morado. Aquí sintió el padpad de unas patas acojinadas en la puerta del baño y empezó a discurrir en torno a la  posibilidad: algo o alguien está en mi baño. ¿Cómo puede algo o alguien introducirse en mi baño? Este lugar era tan seguro, pagaba un poco más de lo normal por él, y estaba situado en el barrio más selecto: por lo menos eso era lo que él pensaba y lo que el anuncio –el anuncio– decía. De manera que si algo, o alguien, estaba en su cuarto de baño –destruyendo sus lociones, babeando su pasta dental– no había seguridad; el aviso del periódico mentía; no hay seguridad, y lo único que él anhelaba después de un día de trabajo era confort, confort y seguridad, y no un baño lleno de bichos molestos y ruidosos y sin respeto alguno hacia la vida privada de los ciudadanos.

Pero antes de arriesgarse con el dueño, tiene que pensar un poco: el ruido en el baño. No hay manera de entrar ahí, como no sea llegando por la puerta principal. No hay ventanas en el baño. La cosa necesita haber entrado por la planta baja, subido las escaleras, abierto la puerta del apartamento. Debe haberse arrastrado por la sala hasta llegar a la puerta del baño; la abrió, se introdujo en el cuartito y cerró la puerta. Pero entonces él estaba en su regadera alrededor de las siete cuarenta y cinco, lo cual significaba que la cosa no se había colado durante la noche, lo natural; en consecuencia, debe suponerse que entró mientras el hombre preparaba el desayuno, en la cocina. Ésta era la única explicación posible, la única explicación posible, la única explicación posible.

Se embute hipnotizado entre las sábanas frías y trata de olvidar el asunto. No osa imaginarse a la pantera. En el curso de la noche, sin embargo, escucha una garra de terciopelo arañar la puerta pintada –¡recién  pintada!– y siente horrible imaginándose a un ser desconocido que destruye su habitación, tan arreglada, y siente miedo de siquiera pensar en la cosa tirada ahí. Y aunque tolera esta tortura, nunca puede, nunca podrá, abrir la puerta fresca y pintada del baño.

(La mañana siguiente se lavó en la cocina y desayunó en un restorán. No podía concentrarse –o alguna postura para los subordinados– en la oficina, y todo el día clavó la mirada en el papel blanco ensartado en la máquina mientras los demás clavaban su mirada en él. Se fue temprano a casa arguyendo dolor de algo y se sentó en el Couch aguardando cualquier rumor de la cueva del mosaico. Sentado en el filo de la cama amarilla escuchó las pisadas intermitentes en la escalera y los murmullos y chillidos de la calle, pero el cuarto cerrado permaneció silente. Alguien –una  niñita– empezó a tocar escalas y cancioncillas, sin orden, con la voz de una ratita, en el piso de bajo, y el hombre se durmió.)

My heart belongs to daddy No ha pasado una quincena desde la primera señal de la pantera cuando el hombre presenta su renuncia en la oficina y penetra los óvulos de laberinto seda del bar rococó. Bajo un plafón de fibracel encuentra a su vieja amiga, la divorciada, sorbiendo martinis acompañada por un calvo obeso. ¡Ahí está, vocifera ella, el toughguy, el que patea damas y las lanza solas a los callejones oscuros y solitarios, y empieza a ronronear como un gato y tiene su piso lleno de olores raros y ruidos feos! ¡Ahora es cuando lo deberían correr a él, a patadas, que se largue a roncar como micifuz debajo de su mueblote amarillo!

¡Y no te quedes así, Billy, pégale, él me pegó también, ahora vuelve todo, antes no me… él también me pegó, así, con el puño cerrado, pazzzz! ¡Ah, no vas a hacer nada, pues aquí tienen hombrotes grandes que rebotan borrachos y ladrones, y a los que maltratan señoras y después quieren robarles la bolsa: hey, bótenlo, córranlo, quiso robarme la cartera! ¡Cóoorranlo!… ¿Qué no es este el tipo que corrieron hoy de la oficina?… ¡Ése es, lo largan de todas partes, pateando y golpeando señoras, y estafando y robando y con su casa llena de diosabequé!… ¡vago, desocupado, peinaplayas!… Entonces cae de cara contra la acera helada y se sueña corriendo mientras todos los porteros y choferes lo observan sonrientes, y deja su sombrero en una alcantarilla.

Animal crackers in my soup (El hombre no podía abrir la puerta) y los gemidos y el gruñir son cada día más penetrantes. No puede encontrar una salida. No hay adonde ir, huyendo de este monstruo invisible. Sólo queda el apartamento sucio, y se abraza a la pared junto a la puerta del baño y siente el corazón latir y la cabeza nadar mientras los arañazos truenan en sus orejas empapadas de sangre, martillean allí, sin piedad. Ningún lugar, ni bar, ni oficina. Nada, sólo la niñita tocando escalas y cantando rimas un piso abajo. El hombre corre temblando fuera de su habitación, toca el timbre cacofónico y el piano se detiene monótonamente, sin la conciencia de una rúbrica; la niñita abre la puerta. ¿Hay alguien con ella? No, está sola cuidando la casa mientras su mamá juega bridge pero pronto estará de vuelta así que llama otra vez ella tiene que practicar. El hombre le ofrece unos dulces que no están allí. La niñita lo empieza a mirar con sospecha. Él la agarra del brazo, le tapa la boca sofocada y sale con la niña del vestido almidonado prendida a su pecho, sube las escaleras y cierra de un portazo. Rápidamente abre la puerta del baño y empuja con todas sus fuerzas a la muñeca blanda.

Se taponea los oídos para no escuchar los chillidos destemplados, para no escuchar los gruñidos, y la boca babeante y lengüeteante. ¡El animal, la pantera aterciopelada ¿de ojos verdes?, estaba ahí! Da dos vueltas a la llave y sale tiritando a las calles y se queda en ellas toda la noche, vagando. ¿Cómo puede la pantera vivir sin comer, nada más bebiendo del excusado? Ahora, en vez de dejarla morir de hambre, le ha ofrendado a la muchachita rosa regada de listones azules. Cuando amanece, va al carpintero y lo lleva a clavetear la puerta del baño. Llegan juntos al apartamento y cuando el carpintero se hinca a clavar las tablas, recarga su mano en el suelo y la moja en un hilo pegajoso y carmín. Se lo dice al hombre. Éste tiembla e insulta al carpintero, que se largue del lugar. Cae sollozando junto a la pared cuarteada de telaraña y ampollas y se levanta ciego a la cocina para convertir los platos y la porcelana en polvo blanco. Otra vez, se embarra a la pared gris junto al baño. Ya no se escuchan los lamentos de la pantera: ahora está llena y contenta, mientras la sangre riega el tapete. Él encontró petróleo y empezó a tallar la mancha de la alfombra hasta traspasarle un hoyo.

Oía movimiento y conmoción en el piso de abajo: sería la madre gritando a los vecinos, o la policía buscando a la niña. Él arañaba el muro arrugado, mientras la sangre seguía corriendo desde el azulejo empapado del baño.

Entonces olfateó un sueño hediondo y escuchó el gemido del animal, temblando sigilosamente mientras toda aquella existencia enervante rondaba con su fetidez enjaulada hasta el último poro de hombre o mueble. Nada podía ocurrir, sólo que él, el hombre, se tornara en bestia también, bestia capaz de cohabitar con la otra, siempre invisible, bestia en el baño.

And the walls come tumblin’ down Cuando la luna nadó a través de los cristales, el hombre despertó. Estaba sentado en el suelo, cerca del charco de sangre. La pantera hambrienta comenzó a lamentarse de nuevo y a rondar y a rugir alrededor del baño. Entonces el hombre arañó la pared, arañó su cuerpo y sintió su brazo desnudo grueso y aterciopelado y sus uñas convirtiéndose en garras de clavo y algo como caucho ardiente tostando su nariz y todo su cuerpo un torso desnudo, trémulo y peludo, y sus piernas acortándose al reptar sobre el tapete para arañar las almohadas y destrozarlas y entonces esperar y esperar mientras, sin duda, pisadas cautelosas ascendían la escalera con el propósito de tocar en su puerta.

Carlos Fuentes, qepd (foto)

Para el gobierno, Aysén es «enemigo de guerra»

Uno les mira la cara y resulta increíble que esas personas tengan las entendederas tan cortas. Hablo del presidente Sebastián Piñera y sus ministros, y el caso Aysén.

Aysén es una región en el sur de Chile con múltiples carencias. Que este gobierno diga que los problemas son viejos, tiene razón. Y cree que eso es algo que el país le tiene que aplaudir. ¿Acaso con esa afirmación, soluciona los problemas?

Si quiere sacar ventaja de la situación, no debe quedarse en apuntar hacia los gobiernos pasados. Haría gracia que solucione los problemas, y entonces sí, levante la frente y diga: “Estos problemas estuvieron sin solución 20 años, ¡y nosotros los solucionamos en un año!”.

Esto sí merece todos los aplausos. Y votos.

Pero lo siguiente que hacen, el presidente Piñera y sus ministros, es creer que la gente no tiene derecho a protestar. Y entonces, si la gente protesta es «subversiva». Y esto justifica y les encanta a los lunáticos.

¿Alguien ha visto más torpeza en el manejo de un gobierno? Entonces uno los mira a la cara y parece increíble que sean tan cortos de entendederas, y estén gobernando.

Para ellos, si son “subversivos” hay que reprimirlos, y manda un piquete de policías con armas y gases lacrimógenos. ¿Con eso resuelven el problema?

Claramente, no van a resolver el problema así, sino que van a exacerbar los ánimos de esa gente, la van a provocar, cuando ya se siente impotente y agredida. Alguien lanza una piedra, y el presidente y sus ministros cortos de entendederas sacan pecho, orgullosos, porque “comprobaron que, efectivamente, esa gente es subversiva”.

Esta dinámica de las cosas, cambia el significado de todo. Porque ellos creen que si hablan con la gente, «pierden poder».

Los reclamos de las personas se vuelven, desde el punto de vista del presidente y sus ministros cortos de entendederas, ¡un asunto militar! (Y parece que en este terreno, el presidente y sus ministros, se sienten felices.)

Se sienten felices, entre otras cosas, porque ya no tienen que resolver los problemas, sino manejar “el orden público”. Y esto pareciera ser para todos ellos, con los carabineros incluidos, como un orgasmo.

Siendo así, ya pueden movilizar policías, tanques, gases lacrimógenos y amenazar con “la aplicación de la Ley de Seguridad del Estado”.

¿No les da vergüenza? ¿No les da vergüenza, al presidente y sus ministros cortos de entendederas, que además de usar la fuerza bruta de la policía, amenacen a unos ciudadanos empobrecidos, que reclaman cosas elementales, con aplicarles la Ley de Seguridad del Estado? Porque esta es una ley de guerra, no de Democracia.

Pero así es. ¿Tan incapaces son que tienen que apelar a instrumentos de guerra (porque eso es la Ley de Seguridad del Estado) para solucionar una barricada y para atender los reclamos que unos pobres ciudadanos que reclaman cosas elementales?

Parece que sí. Entonces, uno los mira a la cara, y resulta increíble que sean el Presidente de una República, y sus ministros, los mismos quienes fueron elegidos para gobernar un país democrático, los que estén considerando a la gente empobrecida, que pide soluciones a cosas elementales, como enemigos de guerra. Y se apresten para aplastarlos, con la Ley de Seguridad del Estado.

El exterminio de elefantes es obra de las milicias

La noticia lo deja a uno helado, sobre todo viendo la foto. Unas milicias, procedentes de Chad y Sudán, están entrando ilegalmente a Camerún en busca de elefantes. Esas milicias, al parecer, ya exterminaron los elefantes que había en Chad y Centroáfrica, y ahora quieren los del parque nacional de Bouba N’djida, en el norte de Camerún.

Los testimonios hablan de una matanza de 200 elefantes (un tercio de los que viven en la reserva). La descripción que dan los testigos de esos salteadores es que están armados con Kaláshnikov, van caballo, y están asistidos por camellos para llevarse los colmillos de marfil de los elefantes asesinados.

La carne la dejan tirada en el sitio, y después van a los pueblos (Gouna, Sinassi y Koiloungou, por ejemplo) a ofrecerla “de regalo”. Con esta carne de elefantes acribillados por sus manos sucias, esas milicias despiadadas y obtusas quieren “ganar el apoyo de las aldeas”.

El Gobernador de la región, Gambo Haman, se declara impotente, pues los guardas del parque son pocos y están mal armados. Un guía, con tristeza, graficó la situación: “Vemos cómo nuestro trabajo de años (de conservación de los paquidermos) se está quedando en nada”.

Un crimen, igual de aberrante y censurable, cometen los que comen aletas de tiburón, porque los comerciantes se las cortan a esos animales vivos y los lanzan de nuevo al mar, sin que tengan la posibilidad de nadar y mueren. Y también, igual de criminales son los que matan ballenas con el falso argumento de que se trata de estudios «científicos», pero la carne de estos animales surte los supermercados orientales. En estos dos casos, se trata de supersticiones sexuales, pues teniendo el pene muy chico y siendo eyaculadores precoces, creen que con aletas de tiburón y carne de ballena van a superarse. Imbéciles que son.