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Wen Jiabao contra los corruptos y por educación

wen-jiabaoNo he visto reproducido, ni comentado, en ninguna parte de Chile, el texto que comento. Lo comparto ahora y aquí porque me parece útil que de cuando en cuando reflexionemos sobre algunos asuntos que son de interés general. Se trata de sugerencias, recomendaciones del primer ministro chino, Wen Jiabao (foto), a los “países emergentes”, como Chile, Guatemala, Colombia o Brasil. Para el señor Jiabao “el punto principal es: hacer cambios inmediatos en la administración de cada país y el principal es la eliminación de lo que él llama “factores hipócritas”, en que las leyes insisten en ver el lado teórico, y no las consecuencias prácticas y reales”.

De esta manera, se refiere a que esos cambios con calificación de “drásticos”, que también se hicieron en China en los últimos 20 años. Cada lector hará las reflexiones que considere pertinentes. El texto lo edité porque es más extenso. Los 8 principales cambios sugeridos por el primer ministro chino, son:

1Castigo ejemplar a políticos corruptos. Nuestros países no castigan como debe ser a los políticos corruptos, por eso se diezman las arcas públicas. La plaga será cada vez peor si no se frena drásticamente. En China, la corrupción probada es castigada con la pena de muerte, y con el retorno inmediato a las arcas públicas de los valores robados. (En Chile sería, una o dos cadenas perpetuas consecutivas, sin derecho de excarcelación)

2Quintuplicar la inversión en educación. Un país que quiere crecer debe producir los mejores profesionales del mundo, y esto sólo es posible si el Estado invierte por lo menos cinco veces más de lo que se hace ahora en educación. Si no se capacita de verdad, nuestro recurso humano perderá la competitividad en el mercado de trabajo por falta de preparación.

3Reducir 80% los salarios y gastos de los políticos. Los sueldos y gastos de los políticos se producen por “la cultura del malandraje”, y por la falta de políticas serias y claras en materia salarial. Es necesario que el político entienda que es un funcionario público, sin nada especial, como cualquier otro, con una obligación de entregar su trabajo y sus conocimientos en beneficio de su país. No es un “rey”, como se presentan hoy en día, y muchos los ven así. La Constitución y las leyes tienen que establecer un tope salarial compatible con los otros funcionarios públicos y a partir de ahí, regirse por los aumentos en el sueldo mínimo del país. Un diputado en China cuesta menos de 10% de lo que un diputado cuesta en Brasil, por ejemplo. En los países escandinavos es común ver al primer ministro llegar a su trabajo conduciendo una bicicleta de las más sencillas y económicas del mercado, como lo hacen los estudiantes. Este desastre que existe en nuestros países con el manejo del dinero público, con el abuso de los mega salarios, sin corresponderse con la productividad, ni menos con las soluciones para el pueblo, causa todavía más perjuicios al Estado, pues un pueblo que se siente robado por sus líderes políticos pierde la percepción de lo que es correcto, justo, honesto y honorable. (En Chile, no es descabellada la propuesta de los nuevos jóvenes diputados, Gabriel Boric y Giorgio Jackson, de bajar en 40% el sueldo de los parlamentarios)

4Desburocratización inmediata. China es actualmente el mayor exportador de bienes manufacturados en el mundo, superando, incluso, a los EE.UU. y sin ninguna duda consideran a los países emergentes los más burócratas tanto en lo referente a las importaciones como a las exportaciones y, por supuesto, en lo referente a su mercado interno, por todas las barreras, trabas y requisitos innecesarios y repetitivos que a menudo impiden, dificultan y encarecen la negociación, lo que termina en detener o frenar el desarrollo de las empresas y que inmediatamente se refleja directamente en el desarrollo del país. Este es un asunto muy urgente de resolver.

5Inversión pública eficiente. Faltan más inversiones en infraestructura, educación, cultura, y prácticamente en todas las áreas relacionadas con el Estado, lo que ha dificultado el crecimiento de los países y continuará dificultándolo, por lo menos por otros 50 años, si no adoptamos una posición firme en este momento.

6Invertir en el cambio de la cultura del pueblo. La gran masa del pueblo de los países emergentes ya no cree en el gobierno, ni en su política, no respetan las instituciones, no cree en sus leyes, ni en su propia cultura, se acostumbró al desorden gubernamental y pasó a ver como normal las noticias trágicas sobre la corrupción, violencia, deterioro de los servicios públicos, etc. Por lo tanto, se necesita invertir en la correcta formación cultural del pueblo, a partir de las escuelas, empresas, iglesias, instituciones públicas y así sucesivamente, comenzando con la educación para el trabajo y la búsqueda de la excelencia en un mundo globalizado, enseñando al pueblo a amar y honrar a su país.

7Reducir la edad laboral y penal de los jóvenes. Nuestros países todavía tienen una cultura de tratar a los adolescentes de 15 a 18 años, como niños, que no se hacen responsables de sus actos, y les prohíben ofrecer su mano de obra. Esto es un error fatal para la sociedad. Porque después de todo, el país está envejeciendo y necesita, más que nunca, de mano de obra renovada. Hay una contradicción hipócrita de la ley, porque sólo sirve para crear peligrosos delincuentes, que al cumplir los 18 años, están formados para el delito, ya que no pudieron trabajar y muchos buscaron su formación en el crimen. En China, los jóvenes tienen permiso del gobierno para trabajar normalmente (no sólo como “aprendices”), a partir de los 15 años, siempre que sigan estudiando. Y si cometen crímenes, responden como cualquier adulto mayor de 18 años.

8Pena de muerte para crímenes atroces probados. Un gobierno tiene que dejar de lado la hipocresía cuando se toca este tema. Un criminal no puede ser tratado como una celebridad. Los reincidentes han tenido su oportunidad de cambiar y no han cambiado. Entonces, no merecen ese compromiso por parte del gobierno. Ninguna sociedad honesta y trabajadora, merece vivir con tanta impunidad y miedo. La eliminación de los criminales más peligrosos infundirá temor entre el resto de los delincuentes para seguir practicando sus fechorías. Esto se reflejará de inmediato en la seguridad pública del país y la sociedad. Y también en la reducción drástica del gasto público en materia de seguridad. En el largo plazo, esto se reflejará, además, en la cultura y el comportamiento de las personas.

El Periodismo actual de Rosental Alves

resontal alvesEncontré unas reflexiones sobre el ejercicio del periodismo en estos tiempos de las llamadas “redes sociales”. Las hace el periodista brasileño Rosental Alves (foto), director del Centro Knight para Periodismo en las Américas. Y quiero destacar la proyección que hace del Periodismo en el futuro. En primer lugar, y poner como fundamental, que “los principios éticos diferenciarán en el futuro el verdadero periodismo de aquello que no lo es”.

Aunque creo que, en realidad, esta valoración de lo que subyace en el Periodismo, ha sido el factor diferenciador de un buen Periodismo y uno que no lo es, de un buen Periodista y uno que no lo es, en todos los tiempos.

A partir de esta esencia, reseña una serie de factores que corresponden, más o menos, a la mecánica. Me refiero, a los medios tecnológicos, pero también al enfoque (otra vez, la valoración ética es preponderante).

Evalúa de buena manera la herramienta llamada Wikipedia, pero debe considerarse solamente un punto de partida. En adelante, la investigación tomará muchos cauces para el periodista.

Reseña que hoy vivimos una transición de los “medios de masas” a lo que llama la “masa de medios”. Es decir, el acceso a la información ya no está concentrado en unos cuantos informativos que, muchas veces, responden a intereses creados de empresarios y corporaciones, o versiones online de diarios y medios de masas. La gente puede crear medios de información, por el libre acceso a las llamadas redes sociales, que es lo mismo que decir la internet.

En cuanto a los canales formales de información (no se refiere a los canales de televisión), la diferenciación y preponderancia corresponderá a los contenidos. Y estos dos elementos, la que pudiéramos llamar “descentralización” de los medios, o “masificación” de los medios, obliga a un nuevo modelo de Periodismo, el de los emprendedores, que el señor Alves denomina “emprendedorismo”, que responde al concepto de startups, que el traductor de Google dice que significa “empresas de nueva creación”.

En este nuevo mundo, empujado por las tecnologías y el fácil acceso a ellas, las escuelas de Periodismo deben tomarlo en consideración, y formar periodistas con proyectos propios, y no solamente periodistas para que sean empleados en las grandes empresas de medios.

Por lo demás, en el ejercicio cotidiano del Periodismo, salta a la vista lo relativamente mal que hablan y escriben los periodistas chilenos en radio, prensa y televisión, en general: “Periodismo es saber escribir bien para convertir sucesos complejos en historias sencillas y bien contadas”.

Y cuando dice “escribir”, no excluye a los periodistas de los medios electrónicos: radio y televisión. Estos periodistas son, por cierto, los que peor se expresan, justamente porque no escriben. Ellos dependen de “la improvisación”, que han elevado a la categoría de virtud, cuando es en realidad es el epítome de la falta de profesionalismo.

Recomienda el señor Alves pensar en grande. No quiere decir en cosas desmesuradas, sino en cosas de profundo contenido. No se trata de exagerar, o reseñar cosas insólitas, sino de llegar a los grandes temas, los contenidos de valor social.

Dejar de hacer noticia con los lomos de toro y la preparación de la cazuela de vacuno, para disponerse a explicar en qué consisten las reformas que se discuten en el Congreso, por ejemplo, como la tributaria y la educativa.

Nadie las ha explicado. Lo que hacen los medios es resonar las sandeces de los políticos: que si esa reforma es retroexcavadora, que si acaso el gobierno pasado no fue bueno, que la clase media desaparecerá empobrecida, que los departamentos costarán más para las nuevas familias. ¿Y qué dice la reforma? ¿Cuál es el texto? ¿Cuáles son los números que afectan la vida de la clase media? ¿Cuál es el aporte de los ricachones al mismo país que exprimen económicamente? ¿Por qué es, o no, redistributiva y equitativa? ¿Por qué las empresas mineras no están incluidas? Etcétera, etcétera.

Finalmente, dado que la mayor cantidad de información estará en la internet, el señor Alves sugiere que las noticias terminen con la pregunta: “¿Quieres saber más sobre este tema?”, para incentivar el conocimiento de las personas sobre el mundo en el que les tocó vivir.

‘Al cumplir los 80’ de Oliver Sacks

Oliver_SacksAnoche soñé con el mercurio: enormes y relucientes glóbulos de azogue que subían y bajaban. El mercurio es el elemento número 80, y mi sueño fue un recordatorio de que muy pronto los años que iba a cumplir también serían 80.

Desde que era un niño, cuando conocí los números atómicos, para mí los elementos de la tabla periódica y los cumpleaños han estado entrelazados. A los 11 años podía decir: “soy sodio” (elemento 11), y cuando tuve 79 años, fui oro.

Hace unos años, cuando le di a un amigo una botella de mercurio por su 80º cumpleaños (una botella especial que no podía tener fugas ni romperse) me miró de una forma peculiar, pero más adelante me envió una carta encantadora en la que bromeaba: “tomo un poquito todas las mañanas, por salud”.

¡80 años! Casi no me lo creo. Muchas veces tengo la sensación de que la vida está a punto de empezar, para en seguida darme cuenta de que casi ha terminado. Mi madre era la decimosexta de 18 niños; yo fui el más joven de sus cuatro hijos, y casi el más joven del vasto número de primos de su lado de su familia. Siempre fui el más joven de mi clase en el instituto. He mantenido esta sensación de ser siempre el más joven, aunque ahora mismo ya soy prácticamente la persona más vieja que conozco.

A los 41 años pensé que me moriría: tuve una mala caída y me rompí una pierna haciendo a solas montañismo. Me entablillé la pierna lo mejor que pude y empecé a descender la montaña torpemente, ayudándome solo de los brazos. En las largas horas que siguieron me asaltaron los recuerdos, tanto los buenos como los malos. La mayoría surgían de la gratitud: gratitud por lo que me habían dado otros, y también gratitud por haber sido capaz de devolver algo (el año anterior se había publicado Despertares).

A los 80 años, con un puñado de problemas médicos y quirúrgicos, aunque ninguno de ellos vaya a incapacitarme, me siento contento de estar vivo: “¡Me alegro de no estar muerto!”. Es una frase que se me escapa cuando hace un día perfecto. (Esto lo cuento como contraste a una anécdota que me contó un amigo. Paseando por París con Samuel Beckett durante una perfecta mañana de primavera, le dijo: “¿Un día como este no hace que le alegre estar vivo?” A lo que Beckett respondió: “Yo no diría tanto”)

Me siento agradecido por haber experimentado muchas cosas –algunas maravillosas, otras horribles– y por haber sido capaz de escribir una docena de libros, por haber recibido innumerables cartas de amigos, colegas y lectores, y por disfrutar de mantener lo que Nathaniel Hawthorne llamaba “relaciones con el mundo”.

Siento haber perdido (y seguir perdiendo) tanto tiempo; siento ser tan angustiosamente tímido a los 80 como lo era a los 20; siento no hablar más idiomas que mi lengua materna, y no haber viajado ni haber experimentado otras culturas más ampliamente.

Siento que debería estar intentado completar mi vida, signifique lo que signifique eso de “completar una vida”. Algunos de mis pacientes, con 90 o 100 años, entonan el nunc dimittis –“He tenido una vida plena, y ahora estoy listo para irme” –. Para algunos de ellos, esto significa irse al cielo, y siempre es el cielo y no el infierno, aunque tanto a Samuel Johnson como a Boswell les estremecía la idea de ir al infierno, y se enfurecían con Hume, que no creía en tales cosas. Yo no tengo ninguna fe en (ni deseo de) una existencia posmortem, más allá de la que tendré en los recuerdos de mis amigos, y en la esperanza de que algunos de mis libros sigan “hablando” con la gente después de mi muerte.

El poeta W. H. Auden decía a menudo que pensaba vivir hasta los 80 y luego “marcharse con viento fresco” (vivió solo hasta los 67). Aunque han pasado 49 años desde su muerte, yo sueño a menudo con él, de la misma manera que sueño con Luria, y con mis padres y con antiguos pacientes. Todos se fueron hace ya mucho tiempo, pero los quise y fueron importantes en mi vida.

A los 80 se cierne sobre uno el espectro de la demencia o del infarto. Un tercio de mis contemporáneos están muertos, y muchos más se ven atrapados en existencias trágicas y mínimas, con graves dolencias físicas o mentales. A los 80 las marcas de la decadencia son más que aparentes. Las reacciones se han vuelto más lentas, los nombres se te escapan con más frecuencia y hay que administrar las energías pero, con todo, uno se encuentra muchas veces pletórico y lleno de vida, y nada “viejo”. Tal vez, con suerte, llegue, más o menos intacto, a cumplir algunos años más, y se me conceda la libertad de amar y de trabajar, las dos cosas más importantes de la vida, como insistía Freud.

Cuando me llegue la hora, espero poder morir en plena acción, como Francis Crick. Cuando le dijeron, a los 85 años, que tenía un cáncer mortal, hizo una breve pausa, miró al techo, y pronunció: “Todo lo que tiene un principio tiene que tener un final”, y procedió a seguir pensando en lo que le tenía ocupado antes. Cuando murió, a los 88, seguía completamente entregado a su trabajo más creativo.

Mi padre, que vivió hasta los 94, dijo muchas veces que sus 80 años habían sido una de las décadas en las que más había disfrutado en su vida. Sentía, como estoy empezando a sentir yo ahora, no un encogimiento, sino una ampliación de la vida y de la perspectiva mental.

Uno tiene una larga experiencia de la vida, y no solo de la propia, sino también de la de los demás. Hemos visto triunfos y tragedias, ascensos y declives, revoluciones y guerras, grandes logros y también profundas ambigüedades. Hemos visto el surgimiento de grandes teorías, para luego ver cómo los hechos obstinados las derribaban.

Uno es más consciente de que todo es pasajero, y también, posiblemente, más consciente de la belleza. A los 80 años uno puede tener una mirada amplia, y una sensación vívida, vivida, de la historia que no era posible tener con menos edad. Yo soy capaz de imaginar, de sentir en los huesos, lo que supone un siglo, cosa que no podía hacer cuando tenía 40 años, o 60.

No pienso en la vejez como en una época cada vez más penosa que tenemos que soportar de la mejor manera posible, sino en una época de ocio y libertad, liberados de las urgencias artificiosas de días pasados, libres para explorar lo que deseemos, y para unir los pensamientos y las emociones de toda una vida. Tengo ganas de tener 80 años.

Oliver Sacks (foto) (Traducción de Eva Cruz)

‘García Márquez y la política’ de Carlos Peña

carlos peñaLa muerte de García Márquez –cultivó con esmero los vínculos hacia el régimen cubano, sin nunca emplear su imaginación esplendorosa para tejer una crítica– permite plantear una pregunta: ¿Pesa sobre los escritores alguna especial responsabilidad política? ¿Puede reprochárseles sus tomas de posición?

Por supuesto, no hay nada raro en que un escritor posea y ejercite una firme y clara posición política. André Malraux fue ministro de De Gaulle; Valclav Havel presidió la República Checa; Mario Vargas Llosa impulsó el Movimiento Libertad y fue candidato presidencial; Jorge Edwards participó activamente contra la dictadura de Pinochet, y así.

No, no hay nada raro en que un escritor de ficciones y de ensayos sea políticamente activo. Lo raro –es el caso de García Márquez– es que se transforme en defensor de una dictadura que anega todos los derechos de los que él gozaba como escritor.

En esa rareza García Márquez no está solo. Sartre, el más conspicuo de todos, echó mano a sus tesoros de inteligencia e imaginación dialéctica para defender a Stalin; Neruda le cantó loas; Drieu La Rochelle se declaró fascista y apoyó el gobierno de Petain; Pound fue admirador de Mussolini.

Hay, hasta cierto punto, una inconsistencia en esos escritores, de derecha y de izquierda, que ejercitan las libertades para dar rienda suelta a su imaginación y a su talento, exorcizar sus fantasmas y despertar los sueños dormidos de sus lectores; pero que al mismo tiempo callan cualquier crítica, apoyan a los regímenes que las niegan y omiten cualquier palabra que pudiera incomodarlos. Al escribir, dar conferencias, publicar y echar ácido crítico contra las sociedades en las que viven y fructifican, muestran el valor y los frutos que la libertad hace posibles; pero al adoptar posiciones políticas a favor de regímenes dictatoriales niegan las condiciones de posibilidad de su propia existencia como escritores. Se trata, no cabe duda, de una perfecta contradicción performativa: ejercitan en su vida un oficio espléndido cuyas condiciones de posibilidad, al adherir y defender a regímenes dictatoriales, niegan.

Es esa contradicción la que torna tan rara la situación de un autor como García Márquez, cuya imaginación prodigiosa y talento inhumano debió ser (pero no lo fue) alérgica a cualquier forma de dictadura, más no fuera por el hecho que para quien imaginó Macondo cualquier realidad real, más todavía la cubana, debió parecerle (pero no fue el caso) algo que estaba muy lejos de lo que él consideraría apetecible y deseable.

Se dirá, por supuesto, que algo así es injusto porque escritores como García Márquez –cuya genialidad inhumana que a veces emociona hasta las lágrimas, está más allá de toda duda– preferían hacer sus críticas e influir en privado, echando mano a sus canales de influencia, los mismos que se verían perjudicados si, alzando la voz, manifestaran sus críticas. Pero se trata de una excusa más o menos pueril. Porque nadie habría aceptado que García Márquez viajara periódicamente a Chile en la época de la dictadura, se reuniera con Pinochet, se dejara alojar en una casa presidencial o algo semejante, y callara cualquier crítica a la forma en que esa dictadura anegaba las libertades y violaba los derechos humanos y tampoco nadie habría aceptado que, cuando algo así se le reprochara, pretendiera que lo hacía porque las críticas sigilosas y privadas eran más eficientes que el escándalo público.

A favor de García Márquez habría que decir que no fue el único que se dejó hipnotizar insensatamente por Cuba. Incluso Bertrand Russell, cuya agudeza crítica y talento matemático no dejaba títere con cabeza, dejó, hacia el final de sus días, que lo hicieran firmar declaraciones a favor de la revolución cubana declarando que allí despuntaba una aurora. Pero cuando lo hizo Russell ya estaba viejo y su alerta habitual adormecida. El suyo fue más bien un acto senil. No fue el caso de García Márquez que mientras escribía El otoño del Patriarca y soñaba con los gallinazos que inundaban la casa presidencial, se metían por los balcones y destrozaban a picotazos las mallas de alambre de las ventanas y removían con sus alas el tiempo estancado en el interior, visitaba a ese otro Patriarca de la isla y, sin asomos de duda, se fotografiaba con él.

Carlos Peña (foto)

‘…rinden homenaje a verdugos’: Gumucio Rivas

rafael gumucio rivasHace el historiador Rafael Luis Gumucio Rivas (foto) una reflexión pertinente sobre un hecho ocurrido en el Congreso Nacional: los parlamentarios de la derecha dura de la Unión Demócrata Independiente (Udi) propusieron rendir homenaje al ex congresista y fundador de ese partido político Jaime Guzmán Errázuriz, ideólogo de la dictadura de Augusto Pinochet, asesinado durante el gobierno de Patricio Aylwin, y para ello pidieron un minuto de silencio durante el cual los presentes debían ponerse de pies. Todos lo hicieron, incluido el presidente del Partido Comunista, Guillermo Teillier, menos la recién electa diputada Camila Vallejo, quien permaneció sentada. Algunos de la Udi quieren que la sancionen por esa actitud y la acusaron ante la Comisión de Ética. ¿Qué ética reclamará la Udi, soporte político de la dictadura de Augusto Pinochet, a la comisión? ¿Con cuál ética evaluará la comisión la ética de la diputada Vallejo? Pertinente, digo, la reflexión y el contexto que da el historiador Gumucio Rivas a lo acontecido en el Congreso, que tituló en El Clarín “Cuando los representantes de las víctimas rinden homenaje a los verdugos” y yo abrevié en razón a mantener la titulación en una línea solamente. He aquí el texto del señor Rafael Luis Gumucio Rivas:

Nada me causa más indignación que la mezcla entre los líderes políticos que fueron víctimas de la dictadura y los verdugos de la derecha fascista. Causa pena y vergüenza cómo en las páginas sociales del diario El Mercurio aparecen algunos dirigentes, que fueron parte de la Unidad Popular, hombro a hombro compartiendo un coctel con los empresarios y los Novoas de la Udi, que aplaudieron entusiastas los abusos contra los derechos humanos. Yo, personalmente, no me trago el hecho de que estos personajes se hayan arrepentido, sinceramente, de su apoyo al dictador Pinochet y a su séquito.

Que los Correa, los Tironi, los Garretón, y otros, se hayan pasado de estalinistas a neoliberales de tomo y lomo y, además, sean los “juniors” de los Matte y Cía. y, para más remate, los líderes de la casta de los nuevos ricos en democracia, surgidos de la Concertación, no nos puede extrañar: esta realidad es tan cotidiana como el nacer y morir del día, pero lo imperdonable es que los máximos dirigentes del Partido Comunista, que sufrieron el asesinato de muchos miembros, incluso, varios de sus directivas, de manos de los agentes de la Dina y de la CNI, rindan pleitesía, en el Congreso Nacional, nada menos que al ideólogo de la dictadura, Jaime Guzmán Errázuriz, que con su diabólica inteligencia inventó “la jaula de hierro”, que ha hecho imposible alcanzar una democracia medianamente decente.

En la ridícula ceremonia del desprestigiado Parlamento, en días recientes, la única persona que tuvo el valor de manifestarse decentemente –y vaya que es importante este valor de dignidad en medio de esta “cueva de ladrones– fue la diputada Camila Vallejo, para quien van nuestras felicitaciones y admiración por su consecuencia. Se veían un tanto ridículos el resto de los diputados comunistas de pie, homenajeando al líder máximo de un partido fascista-franquista, la Udi –sería equivalente a que el PSOE español rindiera homenaje a Francisco Franco que, ni siquiera, el Partido Popular se atreve a hacerlo–.

Nadie me podría acusar de anticomunista por el hecho de condenar moral y éticamente un hecho que, desde todo punto de vista, me parece inaceptable. Hace pocos días recordamos el asesinato de los tres militantes comunistas degollados por orden de Pinochet y que cumplieron “lealmente” agentes de la dictadura. Ahora, no parece justo rendir tributo a tan nefasto personaje.

Personalmente, condeno todo tipo de violencia, venga de donde venga, y me precio de haber militado, durante toda mi vida, en la “no violencia activa”, como método para poner fin a las tiranías, en consecuencia, no puedo más que condenar el vil asesinato de Jaime Guzmán, como lo haría con respecto a cualquier ciudadano, víctima de terrorismo de Estado, de individuos o ideológico, pero otra cosa es promover y utilizar la tribuna del Congreso para homenajear a un dirigente, a todas luces enemigo de la democracia.

Jaime Guzmán Errázuriz, como el cura Osvaldo Lira, su mentor ideológico, fue un gran admirador de Francisco Franco y de los ideólogos españoles Donoso y Cortés y Vásquez Mello, Ramiro de Maeztu, que negaban el sufragio universal y creían en corporativismo católico; a Guzmán Errázuriz siempre le gustó el fascismo, como también despreció la democracia liberal, y su ideal era la democracia protegida, con el agravante de un Estado subsidiario, que perdura hasta hoy, a causa de la funesta democracia de los “acuerdos”.

Mucho me temo que si continúan estas actitudes de supuesta “buena crianza” y un ridículo republicanismo, el Congreso siga rindiendo homenaje a tiranos por el solo hecho de contar con algunos representantes –afortunadamente, cada vez menos– en su seno. Quién puede negar, incluso en Chile, haya aún partidarios de Adolfo Hitler, incluso, hubo un personaje que fue embajador en la India, pero jamás, a nadie se le ocurriría ponerse de pie en un homenaje a este político.

Pienso que está bueno que nos dejemos de eufemismos: los colaboradores de la dictadura de Augusto Pinochet, sean civiles o militares merecen, al menos la condena moral, pues de los Tribunales de Justicia poco se puede esperar. Toda tiranía es condenable, sea estalinista o fascista, y los carniceros y verdugos, así como sus instigadores, no merecen ningún homenaje en democracia.

Hemingway y 14 consejos al escribir literatura

ernest_hemingwayQuizás sea un intento por sacralizar, o sacralizarse, el expediente de los ‘decálogos’ sobre los oficios, particularmente el de escribir. Hay muchos de estos decálogos, tanto sobre novelas como sobre cuentos. El que sigue no fue elaborado por el autor directamente, Ernest Hemingway (foto), sino mediante una y otra recopilación de frases pertinentes que el Premio Nobel de Literatura 1954 fue dejando como semillas en el campo abierto de iniciados y lectores. He aquí caprichosamente catorce de esas ideas sabias, referidas a la novela, pero aplicables a cualquier género literario, que podemos apropiarnos:

1) Cuando un escritor escribe una novela, debería crear a gente viva; personas, no personajes.

2) Escribe frases breves. Comienza siempre con una oración corta. Utiliza un inglés (español) vigoroso. Sé positivo, no negativo.

3) A veces, cuando me resulta difícil escribir, leo mis propios libros para levantarme el ánimo, y después recuerdo que siempre me resultó difícil y a veces casi imposible escribirlos.

4) Las personas de una novela, no los personajes construidos con habilidad, deben ser proyectadas desde la experiencia asimilada del escritor, desde su conocimiento, desde su cabeza, desde su corazón y desde todo lo suyo.

5) Quería escribir como Cezanne pintaba. Cezanne empezaba con todos los trucos. Después destruía todo y empezaba de verdad.

6) Evita el uso de adjetivos, especialmente los extravagantes como «espléndido, grande, magnífico, suntuoso».

7) Por el amor de Cristo, escribe y no te preocupes por lo que los muchachos dirán, ni de si será una pieza magistral o qué.

8) Seriedad absoluta en lo que se escribe, es una de las dos necesidades categóricas. La otra, por desgracia, es el talento.

9) Mi tentación siempre es escribir demasiado. Lo mantengo bajo control para no tener que cortar paja y reescribir. Los individuos que piensan que son genios porque nunca han aprendido a decir no a una máquina de escribir, son un fenómeno común.

10) Un escritor, si sirve para algo, no describe. Inventa o construye a partir del conocimiento personal o impersonal.

11) El don más esencial para un buen escritor es un detector de mierda interno, a prueba de choques. Es el radar del escritor y todos los grandes lo han tenido.

12) Un escritor de nuestro tiempo tiene que escribir lo que no ha sido escrito antes o superar a los escritores muertos en lo que hicieron. La única manera en que puede decir cómo va, es compitiendo con los hombres muertos… Pero la lectura de todos los buenos escritores podría desanimarlo. Entonces debe ser desanimado.

13) Para escribir me retrotraigo a la antigua desolación del cuarto de hotel en el que empecé a escribir. Dile a todo el mundo que vives en un hotel y hospédate en otro. Cuando te localicen, múdate al campo. Cuando te localicen en el campo, múdate a otra parte. Trabaja todo el día hasta que estés tan agotado que todo el ejercicio que puedas enfrentar sea leer los diarios. Entonces come, juega tenis, nada, o realiza alguna labor que te atonte sólo para mantener tu intestino en movimiento, y al día siguiente vuelve a escribir.

14) Evita lo monumental. Rehúye lo épico. El individuo que puede pintar cuadros enormes muy buenos, puede pintar cuadros pequeños muy buenos.

Franco y Fresán y los temas de las novelas

jorge francoCon el tiempo, no solo ha cambiado la manera de narrar historias, sino el contenido de esas historias. Lo más osado fue en un tiempo la vieja ‘ciencia ficción’ que conocimos, la de Isaac Asimov o Ray Bradbury, pero de ella hemos pasado al vampirismo, a las sociedades juveniles de brujos, a los mundos encantados de los anillos y, por extensión, a cualquier cosa que se nos ocurra. Y no hago la enumeración de otra manera que no sea enunciativa. Porque, en verdad, el tema de las novelas pareciera ser lo de menos.

Entonces, ¿qué caracteriza a la novela, a la literatura? Yo creo que el lenguaje. Y en el lenguaje el cambio también ha sido notorio. Creo que el lenguaje es, en definitiva, la literatura. Me refiero a que los best sellers (superventas) se diferencian de la literatura en el lenguaje: tienen un lenguaje de fácil lectura, casi elemental, pero no son una trasposición poética de la realidad, como lo es la literatura, ni el lenguaje revela estados psicológicos de los personajes, disociación de tiempos, etcétera.

Convenido esto, al menos para mí, el tema puede variar y volverse casi abstracto. Voy a copiar dos reseñas de dos libros que acaban de salir a las librerías españolas, para ver los temas de que tratan esas novelas. Uno es ‘El mundo de afuera’, del colombiano Jorge Franco (foto, recordado por su ‘Rosario tijeras’), libro con el que acaba de ganar el premio Alfaguara de novela 2014. La reseña de su contenido es esta:

El mundo de afuera transcurre en Medellín. Allí, el tiempo viene envuelto en una neblina, y las voces parecen silbidos que se pierden entre las ramas. Una especie de castillo se atisba en las frondosas afueras y de una puerta sale corriendo una niña rubia. Unos ojos miran cautivados esa presencia insólita y la niña se pierde en el bosque.

“En 1971, el padre de esa niña, don Diego, ha sido secuestrado. El Mono es el cabecilla de los maleantes, cuya intención es pedir un rescate millonario a la familia. El Mono tiene otras razones que las económicas para secuestrar a don Diego: la obsesión amorosa por la hija de este, Isolda, una princesa rubia a quien el padre, amante de la ópera de Wagner, mantiene encerrada en el “castillo” para preservar su pureza y evitar el contagio con el mundo sucio que les rodea. Don Diego es germanófilo y se ha casado con Dita, una mujer alemana que dejó el Berlín nazi para vivir en la copia del castillo de La Rochefoucauld que su marido ha levantado en Medellín. Desde muy pequeña, Isolda ha tomado la costumbre de escapar al bosque, donde antes jugaba con conejos fantásticos que le tejían peinados, mientras el Mono la admiraba encaramado en los árboles.

“Una breve y hasta cierto punto sencilla novela sobre el amor y la muerte, poética y detallista, con un sobresaliente manejo de la tensión, y que, incorporando técnicas cinematográficas como el flashback y la narración paralela, también bebe de fuentes como el cuento folclórico o la crónica de sucesos”.

No es, como se ve, la clásica historia de la traición, el amor imposible, la pugna de familias o de fuerzas, en una ciudad equis, en pos de un propósito equis. No. Aquí hay mucho de cuento folclórico y de crónica periodística, lo cual, por cierto, me encanta, por razones de oficio y porque la literatura también debe servirse del folclor para dejar su registro histórico. Hay que leerla. En mi caso, quiero verificar mi teoría del lenguaje.

La otra novela es la del argentino Rodrigo Fresán (foto), archiconocido como rodrigo fresancrítico agudo, avezado, de muchos quilates, y descubridor de talentos, como el del chileno Marcelo Lillo, quien, por cierto, tiene en librería su más reciente novela, ‘Niebla City’. La novela de Fresán se titula ‘La parte inventada’, y la reseña la hace Patricio Pron, quien recientemente fue jurado del concurso de cuento de la revista Paula. Dice Patricio Pron:

La parte inventada es una novela excelsa en la que se alternan una joven loca; la hermana de El Escritor, que afirma haber bebido la lecha de una vaca verde y haber sido embarazada por su novio en coma; un joven que realiza un documental sobre la desaparición de El Escritor y desearía ser escritor él también para seducir a La Chica; un amigo de El Chico que escribió una obra genial y muere al escuchar un chiste de surrealistas; un viejo amigo de El Escritor que, entre el arte y la vida, escoge la vida y a su hijo; el propio Escritor, que exhibe una libreta de apuntes que es como su propia vida: una sucesión de falsos comienzos y de argumentos inacabados. Nada ligero, nada ingrávido para aquellos lectores a los que la literatura interesa al tiempo que desalienta: una ambición decimonónica puesta al servicio de la escritura de una nivela rabiosamente contemporánea.

La parte inventada ofrece al lector de Rodrigo Fresán lo que este espera y un poco más: la acumulación de noticias dispersas; la digresión deliberada que determina que la narración avance mediante la sucesión de escollos; la superposición de elementos de la cultura pop y la alta literatura; el humor melancólico; la prolepsis; el ensayismo literario como recurso narrativo (y nadie piensa la literatura estos días como Fresán), etcétera. A todos estos elementos, su nueva novela suma algo poco habitual en la obra del escritor argentino radicado en Barcelona: una rabia y una resolución que faltaban en sus libros anteriores.

“En La parte inventada (566 páginas) no hay nada innecesario; su extensión es la que su autor requiere para hacer algo muy difícil en estos tiempos: demostrar que la literatura es aquello que convierte nuestra vida en algo más que una agotadora preparación para la muerte, en la única parte de ella que tiene “alguna estructura, alguna belleza” para algunos de nosotros”.

Y con esta reseña creo que queda claro lo del tema en la novela: puede ser solamente un artefacto que estructure, a la manera del autor, algunas ideas que lo inquietan, recurriendo para ello a un lenguaje adecuado. Y Patricio Pron nos ayuda con otra cualidad de la literatura: eso que convierte nuestra vida en algo más que una agotadora preparación para la muerte.

Hanif Kureishi: talleres literarios, pérdida de tiempo

hanif KureishiEl asunto de la utilidad de los talleres literarios remite al debate prístino de si el escritor nace, o se hace. Muchos años se ha debatido esto. Con el tiempo, parece que la respuesta es menos tajante. Hay quienes no nacen escritores, pero logran hacerse. Dos ejemplos: John Grisham, abogado y político, y Tom Clancy, vendedor de seguros, convertidos en best-sellers.

En general, el escritor empieza a rasguñar hojas en blanco, desde cuando es niño, y con el tiempo logra dominar la escritura. Un taller literario puede ser su refugio natural, a fin de adquirir las destrezas técnicas de la narración. Sin embargo, la pregunta sigue presente: ¿Los talleres literarios pueden enseñar a escribir? Yo creo que sí. Lo que no se puede garantizar es que quienes asistan a ellos se conviertan en escritores destacados, a menos que ya vengan con la materia prima de serlo.

Los talleres literarios atraen a los jóvenes, pero muchos son aves de paso. No obstante, son los talleres literarios un punto de encuentro de autores que quieren compartir sus conocimientos –y obtener algún ingreso por ello, obviamente– y jóvenes que sienten el fuego del arte literario en su interior. De esto, es probable que crezca un árbol de muchos frutos; casos en Chile como los de Jaime Collyer, Sergio Gómez, Pablo Simonetti, Diego Muñoz, Carlos Franz y Gonzalo Contreras, corresponde a los de alumnos que hoy son reconocidos escritores y tienen sus propios talleres literarios. O los han tenido.

El tema viene a cuento por la afirmación contundente del británico Hanif Kureishi (foto) sobre la “pérdida de tiempo” que son los talleres literarios, o los cursos de creación narrativa, por los que él, desde luego, “no daría un cinco”. Dice que el 99.9 por ciento de los estudiantes de talleres literarios “puede escribir frases, pero no contar una historia sin causar aburrimiento”.

De manera rotunda, dice que “escribir no es una habilidad que pueda enseñarse”. Y, de acuerdo con su experiencia, los talleres tienen muchos profesores que enseñan cosas inútiles, por lo que él no pagaría por uno. Sin embargo, él, Hanif Kureishi, es docente de “escritura creativa” en la Universidad de Kingston, en Londres. ¿Es un hipócrita, como ya lo han tildado algunos, o alguien que busca ser noticia para, justamente, promover sus cursos?

Lo cierto es que, de quienes pasan por un taller literario, no necesariamente se espera que sean Nobel de Literatura. Pero ¿es esta la meta de los cursos de narración creativa, de los talleres literarios? Creo que no. La crítica de Hanif Kureishi es engañosa porque nadie discute los estudios de música, por ejemplo, pero se hacen, y de todos los guitarristas no se espera que sean Jimmy Hendrix, dice Marta Orrantía, de la Universidad Nacional de Colombia.

Para ella, la principal cualidad aprendida en un taller o curso literario es la de saber leer. Saber leer y entrever la arquitectura y la manera cómo fue armado el edificio narrativo. Cuenta Gabriel García Márquez que leyó muchas veces ‘Pedro Páramo’ de Juan Rulfo, “para saber cómo estaba hecho”; hasta cortó con una tijera los párrafos y los ordenó y reordenó hasta entender la manera cómo el autor mexicano manejaba el tiempo y el espacio de sus personajes. Otros han aprendido de la lectura de Marcel Proust, o de Gustave Flaubert.

Por lo demás, muchos autores de altísima notoriedad reconocen en privado, y en público, que todavía no dejan de aprender el arte de narrar. Se lo escuché decir a Adolfo Bioy Casares en una reciente entrevista, admitiendo que siempre tiene tres o cuatro historias en la cabeza, que son cuentos o novelas, pero siempre, también, tiene que aprender a “personificar” esos textos.

Los talleres no resuelven la inquietud de la persona que quiere ser escritor. Puede ofrecerle compañía –y tanta que hace falta, en un oficio de soledades–, coincidencia de intenciones, lecturas compartidas, intercambio de opiniones, y hasta atemperar el genio para tener paciencia y corregir críticamente sus propios textos. En lo personal, la expectativa de alguien que esté pensando acudir a un taller literario, o matricularse en un curso de creación narrativa, no puede ir más allá de lo anotado. Porque que entre al curso, o al taller, para esperar ser “un escritor” en seis meses, un año o cinco años, se equivoca. Y frustra.

Aristarco y el diferendo marítimo con Perú

huáscarEncontré a Aristarco sin mucho interés en el fallo que se conocerá hoy lunes sobre el diferendo marítimo entre Chile y Perú. Le hice ver la atención (y tensión) que se ha creado por la espera del pronunciamiento del Tribunal Internacional de La Haya: los medios de comunicación, tanto peruanos como chilenos, han estado, desde hace varios días, haciendo preparativos y entregas de información que llenan de expectativa el pronunciamiento judicial. Con el fallo, por fin, le dije, se cierra una herida abierta y se acaba un foco de malestar para la sana convivencia entre los dos países. Aristarco, con cara desconfiada, me dijo que más importante que el diferendo en la zona de frontera, era devolver el Huáscar (foto), que eso sí era una fuente de tensión, y una especie de trofeo y choreza que exhibía Chile ante su vecino. Con cierta prepotencia, ¿y con intención de humillación? Aristarco dijo que un acto de verdadera nobleza, por parte de Chile, era devolverle la dignidad a Perú, contenida en ese Huáscar. “Lo de la línea de división de aguas marítima no le interesa más que a las empresas y corporaciones pesqueras de Chile y Perú”, aseguró Aristarco, porque al chileno o peruano de a pie, al ciudadano común, no le afecta en nada la discusión, n el fallo. La importancia estará en que se acaba esta fuente de especulación política, con la que los partidos y los politiqueros de ambos países han sacado réditos exacerbando un patriotismo pasado de tiempo, que enferma las mentes de la gente común. Le pregunté por su pronóstico, aún más allá de la concepción que tiene del diferendo, y me confesó que creía que Perú iba a poder ampliar su línea divisoria con el fallo de La Haya. Incliné la cabeza. “Hay cosas que deben costar, en aras de la buena vecindad, si no puede hablarse de hermandad”, puntualizó Aristarco. Quizás tenga la razón.

Arcis, un debate Sabrovsky con Salazar Jaque

Mauro Salazar JaqueLos debates argumentados son alimento para el alma. Condimentan una realidad en ocasiones tan pedestre, llena de hipócritas en la vida pública del Estado y figurines de azúcar de la televisión. Devuelven la decencia a la vulgaridad con que los políticos suelen resolver sus disputas de puestos y tajadas de poder o porción de contratos. Es el caso de la suscitada por Eduardo Sabrovsky, al plantear que la Universidad de Artes y Ciencias Sociales (Arcis) fue una opción comunista para mostrar hoy una academia edificada desde otra perspectiva, y aportar egresados a un nuevo país, pero se frustró, resultó un acto fallido. Este es su artículo.

Una de las afirmaciones más difíciles de Sabrovsky sobre (o contra) Arcis, creo, es sobre su ‘cultura’, definida como la desidia y el desdén por dictar clases los profesores, y recibirlas los alumnos. Algo así como el mundo de los vagos. O los flojos. Pues bien, el investigador asociado de la Escuela de Sociología, de la universidad Arcis, Mauro Salazar Jaque (foto), respondió considerando esa afirmación (acusación) de Sabrovsky como un “prurito inquisidor” que responde a un análisis de “autoritarismo ético”, para referirse a un “proyecto universitario inmaculado”, y no a la realidad nacional ni a la sucesión de hechos que hicieron posible el nacimiento de Arcis y su evolución hasta hoy día.

“Creo que en ese plano Sabrovsky verbaliza el punto como un agente de acreditación que pregunta obstinadamente por infraestructura, salas, sillas, computadores, equipos, los recursos, etc. A ello se suma la hipótesis de una cultura que estaría en crisis porque se opone –según Sabrovsky– a “…los plazos, los horarios, las calificaciones”. ¿Quién entiende al filósofo?”

Y Mauro Salazar Jaque no se guarda las ganas de lanzar un dardo ponzoñoso al doctor en Filosofía y profesor de la Universidad Diego Portales (UDP), Eduardo Sabrovsky, cuando también recuerda algo de la historia de esa universidad y su propiedad:

“A modo de anécdota, debo retornar sobre un controversial punto, la Rectoría encabezada por Francisco Javier Cuadra en la UDP (ex ministro de la Dictadura) representa otro síntoma de un diagnóstico institucional, de una genealogía que no se puede perder de vista a propósito de una memoria que articula pasado y presente de manera no secuencial. No recuerdo que Eduardo Sabrovsky haya escrito el año 2005 alguna columna que llevara por título “El retiro del pinochetismo de la UDP, el fracaso de una universidad comprometida”. Por otra parte, si el entorno de la familia Matthei en algún momento mantuvo o mantiene (“hipotéticamente”) alguna relación con el Directorio de la universidad, desde la cual Sabrovsky hace sus afirmaciones, ello también invita a una reflexión en torno al juego de intereses corporativos –que simultáneamente se retroalimenta de los indicadores de gestión económica de  la CNA–“. Este es el artículo.

Debates de esta naturaleza valen la pena. No solamente en la academia debían producirse. Se extrañan en el resto de ámbitos sociales.