Emergencia: uno, dos, tres

Uno: Hace pocos momentos llegó y se fue el presidente de Brasil, Luiz Inacio Lula da Silva. Vino desde Montevideo, Uruguay, donde cumplía compromisos de gobierno, y se demoró unos minutos apenas para seguir vuelo hacia Brasilia, su sede de gobierno. Llegó al aeropuerto de Santiago, saludó a la presidenta Michelle Bachelet, le expresó su afecto personal y su solidaridad como mandatario al país amigo de Chile, le ofreció ayuda, pero con la condición de que primero dijera qué era realmente lo que hacía falta, como personal especializado en buscar cadáveres y organizar albergues, y se fue. Visitas como esta del presidente de Brasil, que demoró quizás unos 45 minutos, son las que uno espera que se hagan los presidentes de Latinoamérica. Visitas de trabajo, no protocolarias, no burocráticas, no esas babosadas que llaman “diplomacia”. El presidente Luiz Inacio Lula da Silva vino, saludó, ofreció su ayuda y se fue. Qué gran ejemplo dio a todos sus pares. Enhorabuena.

Dos: “Si alguien viene a robarme lo mato”, están diciendo las personas de bien, sobre los vándalos que han estado deambulando, impunemente, por las calles y barrios de Concepción, en la región del Biobío. ¿Tomando justicia por mano propia? Sí, porque la autoridad está ausente. ¿Está ausente? Sí, y esto es grave. No hay fuerza policial, ni fuerza militar suficiente para controlar las bandas delincuenciales que quieren sembrar pánico en Concepción. Vándalos que esta tarde prendieron fuego a la supertienda La Polar, por el gusto de causar daño y terror, para seguir haciendo de las suyas. Por fortuna, el comandante militar a cargo de la plaza de Concepción decidió ampliar el horario del toque de queda que rigió anoche. Esta noche es desde las 8:00 p.m. (una hora antes, con relación a anoche, 9:00 p.m.) hasta las 12:00 del mediodía de mañana (cuatro horas más que anoche, 6 a.m.). Que frenen el vandalismo y detenga a esos delincuentes.

Tres: Todos creíamos que Chile estaba mejor preparada para afrontar con prontitud una emergencia como esta del cataclismo de la madrugada del sábado pasado, que dejó más de 700 muertos, muchos desaparecidos y daños materiales de consideración, como quiera que borró, literalmente, varios pueblos costeros. Pero no. Parece que Chile no está preparado para una emergencia de esta magnitud. No tiene la suficiente conectividad, como creíamos que la tenía. No tiene suficiente presencia en salud y alimentación, como creíamos que la tenía. No tiene, siquiera, presencia policial suficiente para evitar el vandalismo, como creíamos que la tenía. O tal vez, ¿estamos muy angustiados? ¿Tal vez queremos que las cosas ocurran más rápidamente, más que la velocidad que le está poniendo la autoridad, para atender esta tremenda emergencia social? No sé.

Deja un comentario