Gonzalo Rojas (foto) nació en Lebu, Región del Biobío, Chile, en 1917. Murió esta madrugada. Poeta de los kilates de Pablo Neruda o Vicente Huidobro. En 1992 recibió los premios Nacional de Literatura y Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, y en el 2003 el Premio Cervantes. También fue nombrado Doctor Honoris Causa por la Universidad Andrés Bello. Huía del tumulto urbano y quiso refugiarse, a su regreso a Chile en 1995, de donde había salido en 1970, en Chillán, también de la Región del Biobío. Con el pintor Roberto Matta hicieron un pequeño y hermoso libro titulado Duotto, publicado por el Fondo de Cultura Económica, del que tomo, al azar, algunos poemas suyos, in memoria.
Escarabajo
Las estrellas: allá
ellas. El Tiempo es más bien escarabajo
de jade, puede ser, de
zafiro, todo lo usted quiera. De
zafiro, de jade. De respiración.
Escarabajo de pura respiración.
Me gusta ver de día las estrellas y ese es tal vez con
usted mi mayor acuerdo: la imaginación. Tan harto
como estoy del villorrio del Mundo, donde todo
es pudrición: de la televisión al fútbol sin parar,
pasando por la disipación y el estruendo del éxito.
Cada cual cultiva su Sida como puede, la peste,
la globalización.
Mi cerebro de llama féretro
Mi cerebro se llama féretro por la E
de eternidad, se llama dalia
de velorio, galaxia
por el big-bang, está compuesto
de 80 circunvalaciones, Safo
y Catulo a la vez, como
cualquier otro cóndor concupiscente
ciego de ver y de transver, y orejas,
unas trescientas mil orejas.
Pensándolo bien hoy es 21,
jueves 21, Matta
estará pintando allá en Tarqüinia,
¿qué estará pintando Matta? Figúrate
una mosca irreal a escala
de Dios, ¿todo está hueco,
indiscutiblemente todo esta hueco?
América es la casa
América es la casa: ¿dónde la nebulosa?
Me doy vueltas y vueltas en mi viejo individuo
para nacer. Ni estrella ni madre que me alumbre
lúgubremente solo.
Mortal, mortuorio río. Pasa y pasa el color,
sangra y sangra mi pueblo, corre y corre el sentido.
Pero el dinero pudre con su peste las aguas.
Cambiar, cambiar el mundo.
O dormir en el átomo que hará saltar el aire en cien mil
víboras
cráter de las ciudades bellamente viciosas.
Cementerio volante: ¿dónde la realidad?
Hubo una vez un niño.
La reniñez
Dicen que el siglo se va, que el milenio se va, ¿cuál milenio?,
¿cuál siglo, ¿de la era de qué?
A lo mejor debiera uno callarse. Pero no. Todavía no. Por lo
menos todavía no. Estoy viviendo un reverdecimiento en el
mejor sentido, una reniñez, una espontaneidad que casi no me
explico. Es como si yo dejara que escribiera el lenguaje por mí.
Perece descuido, y es el desvelo mayor. Estoy dejando que las
aguas hablen, que suban las aguas, y que ellas mismas hablen.
Superpoblado y todo, el Hueco, cada día está mas Hueco.
¿Y qué pasa por último si nos cansamos y nos vamos?
Las personas no mueren: quedan encantadas, ya sabe usted.