Cuento de Sergio Ramírez, ‘Premio José Donoso’

Sergio Ramírez (foto) ex vicepresidente y escritor nicaragüense, acaba de ganar el Premio Iberoamericano de Letras “José Donoso”, adjudicado porla Universidad de Talca y auspiciado por el Banco Santander. Javier Pinedo, coordinador del jurado, explicó que para elegir a Ramírez se consideró el “contexto moral y ético en el que se enclava su obra”, que se añaden a sus méritos literarios.

Sergio Ramírez Mercado ha escrito cerca de 40 libros, entre ellos “De tropeles y tropelías”, “Mil y una muertes” y “La fugitiva”, y recibirá en homenaje a José Donoso un diploma, una medalla y un premio en dinero que le serán concedidos durantela Feria del Libro de Santiago, que empezará el 28 de octubre próximo.

“Sus novelas giran en torno a su país natal, Nicaragua, pero también incluyen muchos personajes de Costa Rica, Guatemala, por tanto estamos premiando a una zona cultural de América Latina que es Centro América-El Caribe”, añadió Javier Pinedo.

En la lista de premiados están la chilena Diamela Eltit (2010), el mexicano Jorge Volpi (2009), el español Javier Marías (2008), el cubano Miguel Barnet (2007), el portugués Antonio Lobo Antunes (2006), el argentino Ricardo Piglia (2005), el peruano Antonio Cisneros (2004), la chilena Isabel Allende (2003), la argentina Beatriz Sarlo (2002) y el mexicano José Emilio Pacheco (2001).

«De la afición a las bestias de silla» es un cuento corto de Sergio Ramírez, a manera de pequeña muestra de lo que hace su pluma:

Por su afición a las bestias de silla, a las partidas de caza y a las revistas militares en cabalgadura, S.E. fue adquiriendo poco a poco la costumbre de realizar todas sus tareas desde la montura y, con el tiempo, prefirió no bajar ya más del caballo.

De manera que entraba a su despacho montado y su rastro era de estiércol sobre los pisos de mármol; junto a su escritorio se dispuso un pesebre, y pronto las jáquimas y los cabezales fueron vistos sobre las alfombras; las albardas sobre las consolas; y en las capoteras toda clase de riendas y aperos. El sudor del S.E. era uno con el de su bestia.

La situación era difícil para las damas, que debían ayuntarse con él en ancas, o sufrir al caballo y al caballero, cuando llevaba las cosas al límite de la perversión. Pero el amor se hacía por igual sobre el forraje que sobre las sábanas, y en la alcoba presidencial se escuchaban de la misma manera los relinchos y los suspiros.

Más tarde, su excelencia comenzó a dormir montado y a defecar desde tal elevación; a las inauguraciones y a los banquetes iba también caballero. En este último caso se producían muchos inconvenientes, pues el caballo metía las narices entre los platos y resoplaba sobre la sopa, importunando también a las señoras, a quienes lamía los escotes.

Los ministros eran recibidos en la sala de audiencias a pie, pues no precisaban de caballo; a los embajadores, por protocolo, se les obligaba a entrar montados y presentar sus cartas credenciales de montura a montura. Y en la república, los ciudadanos se sentían a mecate corto.

Pronto, la casa presidencial fue mitad cuadra y mitad palacio.La Primera Damase paseaba en una yegua por los jardines, y desde su asiento cortaba las rosas perfumadas, siendo pronto imitada por las otras cortesanas, que un día aparecieron también al trote. Los criados, desde sus propias mulas, se encargaban de ahuyentar a los garañones, que, aprovechando la confusión, se introducían en las recámaras, en tropel sonoro.

Siguiendo el ejemplo de palacio, las gentes de cierta educación y recursos impusieron la costumbre de manera general en el país, como timbre de distinción.

Al fallecer S.E. un día aciago, erigirle una estatua fue simple tarea de disecarlo, con todo y caballo.

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